domingo, 19 de abril de 2020

Monasterio de Santa María de Carracedo


Los orígenes del Monasterio de Carracedo, en el Bierzo (León), se remontan al a los años 990-992 cuando el rey Bermudo II ‘El Gotoso’ dona una finca para acoger a los monjes que huían de las incursiones de Almanzor. Aquel primitivo monasterio llamado de San Salvador, del que no se conserva resto alguno, fue restaurado en el año 1138 por la infanta doña Sancha, hermana del rey Alfonso VII, cediéndolo al abad Florencio y a los monjes del cercano cenobio de Santa Marina de Valverde, en Corullón. De este modo renace Carracedo convirtiéndose en cabeza de una congregación de numerosas filiales en León (Monasterio de San Martín de Castañeda), Galicia (Monasterio de Peñamaior y Monasterio de Monfero), Asturias (Monasterio de Santa María de Valdedios y Monasterio de Villanueva de Oscos) y Zamora. Hacia 1203, esta congregación ingresará en la orden francesa del Císter, cambiando sus antiguos hábitos benedictinos por los blancos cistercienses, y trocando su anterior nombre de San Salvador por el de Santa María de Carracedo. Se halla entre Villafranca del Bierzo y Ponferrada y con acceso muy cómodo desde la Autovía del Noroeste (A6). Partiendo de Villafranca, aparece a 10 km de esta localidad en sentido Madrid. Si se parte de Ponferrada, hay que recorrer 17 km en sentido inverso (La Coruña) para llegar a la salida que se encuentra a 500 m del monasterio (Salida 399,  LE-158/7) (GPS: 42.570971, -6.731880)


Poco a poco con la mala gestión y el abandono durante el siglo XIX las dependencias monásticas sufrieron graves desperfectos, y la comunidad se vio obligada a abandonar el edificio. Esto dio lugar al saqueo de las riquezas acumuladas durante cientos de años. De esta forma muchos de sus tesoros se perdieron para siempre. El proceso de degradación fue tal que en unos pocos años el edificio quedó sumido en una absoluta ruina. La declaración de Monumento Histórico-Artístico Nacional en el año 1928 no salvó al edificio de su deterioro, cuyos restos tendrán que esperar hasta la década de los 60 y los 70 del siglo XX, cuando el arquitecto Luis Menéndez Pidal acometió una primera restauración del edificio. Estas se completarán con las intervenciones realizadas por la Junta de Castilla y León y el obispado de Astorga a partir de 1985, cuando se promovió un proyecto de restauración y consolidación integral del edificio, que se llevó a cabo entre 1988 y 1991, y que se acompañó de un estudio histórico y arqueológico que ha permitido recuperar y sacar a la luz numerosos vestigios materiales del edificio y comprender su evolución constructiva. Cuatro años más tarde, en 1995, se habilitó en el antiguo refectorio de los monjes el Museo del Cister y del Monacato berciano, dependiente del Instituto Leones de Cultura.


El templo actual es una construcción del siglo XVIII, de estética neoclásica, con una sola nave con crucero y cabecera semicircular. No se han conservado demasiados datos del primitivo edificio medieval. Se ha conservado la torre, la fachada occidental con un gran rosetón y una puerta románica.


En la puerta románica se pueden ver una pareja de estatuas-columna muy alargadas. Se dice que los personajes esculpidos son el rey Alfonso VII y el abad Florencio. En el medio de ambas estatuas se encastró en el muro el tímpano de una puerta que muestra un solemne Cristo en Majestad rodeado de los cuatro vivientes del Apocalipsis.


Panteón nobiliario de los García Rodríguez de Valcarce (Señor de la Casa fuerte de Guitiriz, castillo de Moeche, cotos de Frieira y Entoma en León, Mayordomo Real en 1314, Adelantado Mayor de Galicia en 1328, Encomendado del Monasterio)


En las dependencias del Monasterio se contaba con hospedería, hospital y cárcel. Dato curioso es una lápida vertical ubicada a la puerta de la iglesia, que explica cómo el 29 de agosto de 1810 fueron elegidos en el Monasterio de Carracedo los primeros representantes democráticos de los leoneses en las Cortes de Cádiz.


Todavía quedan numerosos vestigios del que llegó a ser uno de los monasterios más poderosos e influyentes de toda la comarca. Se encuentra en un entorno de indudable belleza, caracterizado por los cultivos de regadío, la agricultura intensiva y los chopos que se alzan orgullosos a orillas del río Cúa. Merece la pena admirar este entorno dando un paseo por la cerca del recinto, donde se podrán ver también las antiguas huertas del monasterio y un viejo palomar.


El interior del Monasterio se puede visitar, y se ha instalado un museo dedicado a sus orígenes e historia pero el día que lo visitamos se encontraba todo cerrado.



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