viernes, 5 de junio de 2020

Ecomuseo Minero Valle de Samuño

El ecomuseo se encuentra en El Cadavíu – Ciaño que es una parroquia de Langreo (Asturias). Abrió sus puertas en 2013, tras la recuperación del patrimonio industrial del entorno del poblado minero de La Nueva en Langreo, un proyecto demandado por iniciativa popular de los vecinos del Valle. GPS: 43.277349, -5.675951


En el Pozo San Luis de La Nueva destaca la Casa de Máquinas una arquitectura al servicio de la industria. Es algo distintivo de los pozos mineros de Asturias, el castillete y la casa de máquinas. Este edificio servía para alojar las máquinas de extración del pozo que subían y bajaban las jaulas entre las distintas plantas del pozo y el exterior. El castillete del Pozo San Luis de 1930, es uno de los pocos que quedan en Asturias con esta técnica de construcción en hierro cuyos perfiles laminados van unidos por remaches roblonados, y no por soldadura. Está formado por una torre metálica de 28 m de altura, 25 m hasta el eje de poleas, sostenida por cuatro pilares y dos tirantes oblicuos o tornapuntas, que contrarrestan la fuera de tiro de la máquina de extracción hacia la que apuntan. A los pies del castillete se emplaza el pabellón de embarque, estructura de cubrición que protege a los trabajadores, maquinas y materiales de las inclemencias del tiempo mientras esperan para entrar al pozo. Una pequeña máquina de extracción auxiliar se ubica bajo el pabellón de embarque, preparada para ser usada si falla la máquina principal.



El pozo San Luis fue profundizado a finales de los años veinte, entre 1928 y 1930, por Carbones de La Nueva y estuvo en funcionamiento hasta 1969, cuando Hunosa dejó de explotarlo. Desde ese año, realizó funciones auxiliares para el cercano pozo de Samuño. Su cierre definitivo tuvo lugar en 2002. Seis plantas son las que se reparten en los 420 metros de profundidad que tiene la caña del pozo. La sexta, y última, nunca llegó a explotarse debido a que estuvo siempre inundada. El Pozo San Luis por su singularidad y grado de conservación, además de por constituir uno de los más destacados ejemplos de la industrialización de los valles centrales de las cuencas mineras, fue declarado Bien de Interés Cultural en 2013.


El edificio de la casa de máquinas fue construido en 1930 y ampliado en 1943 por medio de un proyecto atribuido al arquitecto de la Real Compañía Asturiana de Minas, don Tomás Acha Zulaica.


Dentro del edificio de la casa de máquinas destaca la máquina de extracción. En 1928 la Real Compañía Asturiana de Minas solicitó varios presupuestos de máquinas de extracción para el futuro Pozo San Luis. La Real Compañía adquirió la máquina de extracción a la casa alemana Siemens Schukertwerke, que por ese tiempo montaba otra idéntica para la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera en el Pozo Mosquitera. La máquina de extracción mueve verticalmente las dos jaulas del interior del pozo, conectadas a ella con los cables de acero trenzado que se enrollan en sus tambores. El movimiento es alternativo para compensar el esfuerzo, de manera que cuando una jaula sube, la otra baja, y viceversa.


La misión del maquinista es de vital importancia. Debe tener la habilidad de accionar y frenar las jaulas en el punto exacto, teniendo en cuenta la elasticidad del cable, la cual depende del peso trasportado. La velocidad del movimiento varía en el caso de que se transporten personas o materiales. El maquinista trabaja completamente aislado en la cabina que le protege del ruido, donde además puede alcanzar alto grado de concentración alejado del resto de trabajadores. El "pedal del hombre muerto", que debe pisar continuamente, garantiza la permanente atención a su labor. Un sistema de campanas le permite recibir las instrucciones de los señalistas del interior. La máquina de extracción del Pozo San Luis se puso en funcionamiento por última vez en el año 2001. El motor es un modelo G. M. 400/35; de corriente contínua, 490 kW a 500 V. Velocidad variable sobre cojinetes. El precio de compra fue de 227.300 pesetas.


Una de las jaulas del catillete.


En el interior de la casa de máquinas podemos ver un compresor. Los compresores, fundamentales en la minería subterránea, son las máquinas encargadas de producir el aire comprimido que se utiliza en diversos procesos del interior de la mina, donde no es posible emplear motores de explosión debido a la presencia de gases inflamables. Los compresores alimentan los martillos neumáticos de los picadores de carbón, por ejemplo, o las fraguas donde se fabricaban y reparaban piezas.


En 1936 la Sociedad Carbones de La Nueva necesitaba más aire comprimido para la explotación por lo que solicitó presupuesto para un nuevo compresor a la casa americana Worthington. Los avatares de la Guerra Civil española provocaron que la compra no se hiciese efectiva hasta 1939, año en que Carbones de La Nueva consiguió los permisos necesarios desde instancias ministeriales para la importación del compresor. En el mes de enero de 1940 el compresor ya estaba montado y pendiente de la revisión de un ingeniero de la casa americana. A pesar del retraso, se mantuvo el precio de 1936 que fueron 130.315 pesetas. Es un compresor tipo 30/18 x 21, hora 8 kg/m2 doble, 2 etapas. Refrigerado por agua.


La intervención de Carbones de La Nueva no se limitó al espacio de producción, sino que, en buena medida, moldeó el núcleo de La Nueva para convertirlo en su espacio de residencia. Allí, se levantaron viviendas y servicios para los trabajadores (economato, escuela, caja de socorros y médico), si bien la empresa se reservó los espacios centrales del poblado para localizar instalaciones vinculadas al pozo: talleres, cocheras, cuadras, o la central eléctrica de reserva, demolida en 1991. En la actualidad, las viviendas siguen cumpliendo su función, así como algunos edificios anteriormente industriales que han sido reconvertidos en usos residenciales o en locales de un intenso movimiento asociativo.


La estación de El Cadavíu es el centro de recepción de visitantes y punto de partida y llegada del tren minero. Dentro del edificio, que mantiene una estética fiel a la desaparecida estación de Samuño, se puede contemplar una exhibición de herramientas y equipamiento minero, una exposición de fotografías antiguas de minería, un audiovisual y diversos paneles que explican el recorrido.



Una vez en marcha, realizamos un recorrido en un tren minero a orillas del río Samuño antes de adentrarnos en las profundidades de la tierra. Durante todo el trayecto, una grabación va explicando los elementos que vamos encontrando. No pasa desapercibida la exuberante naturaleza del corazón de la cuenca hullera, salpicada de antiguos vestigios mineros como el monumental conjunto formado por la Mina La Trechora y el falso túnel que atravesamos. La Trechora comenzó a explotarse por la compañía Sociedad Minero-Cántabra pasando a pertenecer poco después a Hulleras de Santa Ana, empresa que tras su quiebra fue comprada por Herrero Hermanos, dándole el nuevo nombre de Carbones de Santa Ana, adquirida posteriormente por la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera, que se integró finalmente en Hunosa.


El Pozo Samuño aún conserva cierta actividad y es otro de los hitos mineros de este singular valle. Este pozo minero fue profundizado en los años cuarenta y perteneció a la empresa Carbones Asturianos, sociedad que explotó numerosas minas de montaña en este lugar desde su fundación en 1890, integrándose finalmente en Hunosa. La hulla de Carbones Asturianos, que llegó a producir 168.000 toneladas anuales, estaba considerada la mejor de toda España para producir gas, por lo que fue adquirida por Catalana de Gas y Electricidad en 1923. El carbón de esta compañía se utilizó para el gas de alumbrado de diversas ciudades, entre ellas, Barcelona.


El Ecomuseo Minero cuenta en el taller con una exposición de locomotoras, una siderúrgica de Ensidesa, la famosa Guillermo Sala y dos eléctricas. La locomotora Guillermo Sala fue construida por Krauss en 1909 para un ancho de vía de 650 mm.


La Nueva es un genuino pueblo minero que se comenzó a consolidar en la segunda mitad del siglo XIX en el lugar donde, según cuentan, había aparecido una nueva capa de carbón. A partir de 1901, con la actividad de la empresa Carbones de La Nueva, este lugar se convierte en el principal núcleo semiurbano del valle. La propia empresa facilitó el asentamiento de algunos trabajadores mediante la promoción de viviendas, aunque también abundan las de autoconstrucción. La Iglesia (1939) se dedicó a San Luis, haciendo coincidir al patrón de la localidad con el nombre del pozo. Casas de finales del siglo XIX, levantadas por los pioneros, conviven con cuarteles de los años veinte y treinta, casas pareadas de los años cincuenta y algún chalé. Entre ellas la empresa levantó parte de sus instalaciones, algunas desaparecidas, como la estación eléctrica, y otras adaptadas a nuevos usos, como la cuadra de mulas, la caseta de la locomotora o el economato.



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