domingo, 14 de junio de 2020

Museo etnográfico de Grandas de Salime

El Museo etnográfico de Grandas de Salime se encuentra en esta población de Asturias, es un museo público comarcal, cuya misión es reunir, custodiar, conservar, incrementar, investigar, comunicar y difundir el patrimonio material e inmaterial etnográfico de las comunidades del Occidente de Asturias. El Museo fue fundado en el año 1984 sobre la base de la colección etnográfica reunida por J. M.ª Naveiras Escanlar, “Pepe el Ferreiro”, quien fue su impulsor y director hasta el año 2010. GPS: 43.216827, -6.875218


Las áreas de exposición se distribuyen en tres edificios principales que ejemplifican la arquitectura tradicional de la zona: Casa Rectoral, Casa del Molinero y A Casoa (La Casona). Los espacios abiertos de tránsito se encuentran jalonados por arquitecturas menores y elementos muebles de finalidad específica, que también se integran en la exposición y entre los que se encuentran el molino, el hórreo, la panera, el cabazo o la capilla. Accedemos a la Casa Rectoral y lo primero que vemos es La Chariega (en esta zona del suroccidente de Asturias se la denomina como en Galicia, Lareira) es la cocina antigua. En el centro se encuentra una placa sobre el suelo, que hace las veces de hogar propiamente dicho (lar) que es donde se hace el fuego de leña. En torno al hogar central, ocupando tres de sus lados, se dispone un escaño de madera de castaño en el que se ancla una mesa abatible que se baja para comer y se retira cuando se precisa espacio para otras labores. Diversos tallolos (banquetas) se distribuyen en la zona de paso, ampliando los lugares de asiento de los nutridos grupos familiares. Empotradas en la pared, alrededor del escaño, varias alacenas cerradas sirven para almacenar alimentos y albergar vajilla y enseres. Utensilios de cocina de uso cotidiano como tixelas (sartenes), chocolateras de hierro fundido y de cobre, morteros, garfelos (cacillos de hierro), coladores, molinillos de café, cacerolas… se distribuyen por la estancia, concentrándose en el conqueiro (vasar) y las traveiras (estanterías). Junto a ellos pueden verse también tambores para asar las castañas, planchas para la ropa o elementos de iluminación como carburos, lámparas de aceite y portavelas. En la esquina izquierda se sitúa el guindaste, estructura de madera integrada por un pie derecho y un brazo giratorio de cuyo extremo pende la garmalleira, cadena regulable de la que se cuelgan los potes de tres pies de hierro fundido o las calderas de hierro o cobre en las que se elaboraba la comida. Este mecanismo permitía acercar o alejar los recipientes al fuego, según fuera necesario. Para evitar la exposición directa de los recipientes de base plana a la lumbre se empleaban las estrepias, (trébedes). Aquí se hacía la vida diaria y los más pobres incluso dormían aquí.


Separado por una pared de madera está el zaguán, con un pasillo. Aquí en primer término se puede ver un molinillo de café. Sobre la barandilla se ven mantelos de pigureiro (mantos de pastor) de lana. En la pared de la derecha una trabeira (estantería) alberga la vajilla y los útiles de cocina. Colgados en la pared de la derecha se ven caldeiras (calderas) de cobre y hierro forjado. Estas últimas fueron fabricadas en el mazo de Santalla de Oscos (Asturias) y se utilizaban para derretir los roxoes o grasa del cerdo.


Pasamos a una sala donde se muestran los procesos de transformación del lino y de la lana, materias primas textiles básicas en la comarca. El lino es una planta leñosa cuya conversión en fibras útiles para el hilado y tejido precisa un largo proceso de transformación en el que intervienen labores e instrumentos muy diversos. Primero, las semillas (linazas) se separan de los tallos en los ripos,  pasando los manojos de plantas entre unos dientes de madera. Para quebrar sus partes leñosas, el lino se agrama o machaca en pisones, afitones o agramadeiras. A continuación, en las espadelas, se golpean los haces de lino sobre el canto de una tabla colocada verticalmente para separar las agramizas o desperdicios. Por último, el lino se pasa por los restrelos, entre cuyas púas de hierro se limpian definitivamente las fibras útiles y se separan las hebras finas o cerro y las bastas o estopa sin romperse.


Para hilar el lino y la lana manualmente se empleaban rocas (ruecas), fusos (husos) y parafusas, de los que se ofrece una muestra variada. Algunas ruecas presentan una esmerada decoración con diseños geométricos incisos, letras y figuras de animales. Se exponen también tornos de filar, útiles originarios de la Edad Media que, a pesar de posibilitar un hilado mejor y más rápido, nunca se generalizaron en el campo asturiano porque carecían de la movilidad del fuso y la roca que permitían a la mujer hilar en cualquier momento y lugar.


Telar de bajo lizo u horizontal. En él se fabricaban piezas de lana y lino de aproximadamente ochenta centímetros de ancho con las que se confeccionaban mantas, sayas y pantalones de lana, así como sábanas, camisas y ropa interior de lino. Para poder ser tejido en el telar, el hilo debe estar preparado adecuadamente, proceso para el que son necesarios varios instrumentos: los sarelos (sarillos) con los que se forman las madejas, las devanadoiras o argadelos en los que se ovillan las madejas y, por último, las rodas das canelas o canileiros donde los ovillos de hilo se convierten en canillas, las cuales, introducidas en la nezcla o lanzadeira (lanzadera) del telar forman la trama del tejido.


Al lado del telar se encuentra la urdideira, pieza de gran tamaño, dotada de un aspa que servía para preparar la urdimbre.


Una de las producciones textiles más representativas de la zona son las colchas confeccionadas bien con hilo, o bien con trapos viejos rasgados. Las tejedoras combinaban hábilmente los colores de los trapos o de la lana, teñida por ellas mismas, obteniendo sencillos dibujos geométricos. En otras ocasiones, las colchas se elaboraban con retales de tela cosidos, dando lugar a un tipo de colcha muy característico cuyo único diseño son líneas sucesivas de cuadros decrecientes con una combinación de luz y sombra que crea un agradable efecto estético.


La evolución de las técnicas textiles tiene su representación en las tricotadoras y bobinadoras de principios del siglo XX expuestas en la sala.


La sala o cuarto era una estancia de dimensiones notables destinada a acoger actos sociales relevantes. En ella tenían lugar los banquetes de los días de fiesta y también en ella se celebraban bautizos, bodas, entierros y filandones. Con anterioridad al siglo XIX eran muy pocas las casas campesinas que disponían de sala. Es a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con la generalización de las casas de dos plantas, cuando comienza a ser común habilitar este tipo de cuartos en el piso superior. En estas estancias se ubican el mobiliario y los objetos novedosos que se van incorporando a los tradicionales usos rurales; elementos de prestigio que las convierten en auténticas salas de recepción y representación. La numerosa composición de los grupos familiares forzó el carácter polivalente de estos cuartos que cumplieron, en muchas ocasiones, funciones de dormitorio.


Por lo común, los dormitorios en las casas campesinas eran pocos y pequeños y su mobiliario pobre y parco. A mediados del siglo XVIII, la mayoría de las viviendas tenían uno o dos cuartos y había algunas que no contaban con él. Los miembros de una familia dormían todos en un cuarto o sala común con la excepción, si era posible, de los padres y los abuelos.  Las camas, como la que se expone, eran camas de relleira o tablas con jergón de hojas de maíz, sábanas de lino y una colcha. Las huchas (arcas), los baúles y los cofres fueron hasta finales del siglo XIX casi el único mobiliario de la casa. Cuando resultaban insuficientes para almacenar el ajuar textil y la vestimenta, esta se colgaba de unas varas colocadas en los techos de las habitaciones.


En la escalera que comunica las dos plantas de la vivienda y en el rellano se pueden observar una gran hucha (arca) para almacenar trigo o centeno, también dos sillas de montar de “señoritas”. 


Una amplia colección de xugos (yugos). Proceden, en su mayor parte, de distintos lugares de Asturias y también de Galicia, País Vasco, Madrid y Portugal. Esta colección permite comparar los distintos modelos de yugos que existen en la Península Ibérica, oponiendo los cornales; es decir, aquellos que van atados a los cuernos del animal y que son de uso más generalizado; a los yugulares, tipo que se sujeta al cuello de las reses, restringido a algunas áreas gallegas.


Bajo el hueco de la escalera, en la planta baja, se encuentra recreado el taller de un zapateiro (zapatero) con su silla y mesa de trabajo, ambas de poca altura para facilitar la precisión de su tarea, sus útiles de trabajo, máquina de coser, hormas de diversos tamaños, zapatos en proceso de elaboración y una muestra de los productos acabados que se ofrecían al público.


Las bodegas se situaban preferentemente debajo del hórreo o, como en este caso, en la planta baja de la casa, en un espacio semisubterráneo y con suelo de tierra pisada que garantizaba el ambiente fresco necesario para la conservación de los alimentos que en ella se guardaban.


Se observa un lagar de viga y fuso (husillo) para el prensado de la uva, del que pocas casas disponían y que a menudo era propiedad de varios vecinos. También se ve un alambique de cobre que se utilizaba para hacer el orujo o aguardiente.


En los pueblos de cierta importancia, en las cabeceras parroquiales y en las ventas o viviendas situadas al borde de los caminos reales, se instalaban tabernas que ofrecían al público bebidas, comestibles derivados del cerdo y productos que no se fabricaban en las casas como conservas, galletas y caramelos, papel para escribir y fumar, velas y linternas para el alumbrado, cerillas y, en algunos casos, tabaco. La hospitalidad era norma habitual en las cantinas, siendo no pocas las ocasiones en las que el forastero de tránsito compartía la propia comida cocinada para la casa.


La sala de la madera. Aquí se expone todo el trabajo con la madera, en esta imagen se ve una parte de la de los serradores, que cortaban el árbol en el monte con el hacha o tronzador y la procesaban serrándola con una sierra de aire o una sierra portuguesa.


La fragua es el taller del ferreiro (herrero) y en él son elementos imprescindibles la mesa de trabajo, colocada siempre junto a una ventana, y la forxa (forja). Integran la forxa un regazal, cajón de madera y losas de pizarra relleno de barro y en el que se enciende el fuego con carbón vegetal, y un barquín manual que inyecta aire en el hogar para avivar el fuego. Al lado de la fragua se sitúa una pila con agua para templar el hierro y un par de yunques: uno macizo, a incre de ferro (yunque de hierro) y otro más fino, a incre de faer argolas (yunque de hacer argollas).


El instrumental del ferreiro es amplio y variado e incluye, entre otras herramientas, parafusas (parahúsos) para taladrar el hierro, tenazas, craveiras para hacer clavos, torno, taladros o curvadoras para las guarniciones y llantas metálicas de las ruedas del carro del país. Para la fabricación de estas últimas era necesaria la concurrencia de un carpintero o bien de una persona con conocimiento de las técnicas de ambos oficios.


Sala de tornería. La vajilla de las casas campesinas era casi en su totalidad de madera torneada. El torno que se utilizaba para la madera era de pedal y media vuelta. Se trata de una maquina sencilla que permitía a los torneiros de Astierna y El Bao (Ibias) trasladarse temporalmente a León, Castilla y Extremadura a fabricar cacharros por las casas. La madera empleada era la de castañeiro (castaño), bidueira (abedul) y salgueira (sauce). También en los tornos se fabrican las piezas de este instrumento tan típico que es la gaita.


Reproducción a escala de un mazo hidráulico a partir del mazo de Mazonovo, localizado en el cercano municipio de Santalla de Ozcos. La industria del hierro adquirió un gran desarrollo en el occidente de Asturias, sobre todo a partir de los siglos XVII y XVIII en que se generalizó el empleo de la rueda hidráulica. El proceso de transformación del hierro se iniciaba en las ferrerías, en las que se fundía el mineral de hierro y se obtenían unas barras. Estas barras se manipulaban en los mazos, donde se estiraban, adelgazaban o ensanchaban para poder trabajarlas y finalmente pasaban al taller del ferreiro, la forxa (fragua), donde se fabricaban las herramientas y productos finales. Mazo es el nombre que recibe tanto el gran martillo para batir el hierro como la instalación que lo alberga.


El hórreo es un elemento mueble básico e indispensable en la economía campesina del medio rural asturiano. Consiste, de forma simplificada, en un granero integrado por un cajón cuadrangular de madera con cubierta a cuatro aguas que, elevado del suelo sobre unos elementos de suspensión característicos, permite la conservación de los productos de las cosechas, salvaguardándolos de los roedores y de la humedad. Este hórreo es de pequeño tamaño (3,50 x 4 metros), está levantado directamente sobre el suelo y se alza sobre cuatro pies (pegollos) de madera de roble. La cubierta es de paja de centeno sujeta con envarado de ramas de brezo. Esta técnica de cubrición, conocida como cubierta a baguna o a beo, es la tradicional en la comarca, muy valorada por los campesinos por sus cualidades de aislamiento. Para mantener su funcionalidad, el teito (techo) debe ser renovado periódicamente, cada 4 o 5 años, manteniendo los beos viejos que se encuentren en buen estado y que puedan facilitar la sujeción de la paja nueva. Este tipo de techumbre está hoy prácticamente desaparecida, siendo la del hórreo del Museo etnográfico de Grandas de Salime uno de los pocos ejemplos que pueden verse en Asturias.


En 1994 se construyó en el Museo un molino hidráulico harinero que alberga los mecanismos de tres muelas distintas. El aporte hídrico proviene del pequeño arroyo que discurre por el recinto del Museo.


La Casa del Molinero es una edificación contemporánea que aúna las características distintivas de la arquitectura tradicional de la comarca. Se trata de una construcción de dos plantas y desván con cubierta de pizarra. El ingreso a la planta baja se produce por la fachada occidental, a través de un gran vano adintelado resguardado de la intemperie por el volado de la galería del piso superior. Este era el espacio en que habitualmente se ubicaban las cuadras en la casa campesina tradicional. El ingreso a la planta superior, donde se localizaría la vivienda, se realiza a través de una galería a la que se accede mediante unas escaleras integradas en el alzado. Las fachadas septentrional y oriental cuentan con sendos corredores volados sobre columnas de pizarra, otro de los elementos distintivos de estas casas.


A Casoa (La Casona). Edificio inaugurado en 1999 que representa una casoa, vivienda característica de la pequeña nobleza rural o de los campesinos más acomodados, que había en muchas parroquias asturianas. Para su construcción se emplearon materiales originarios de la casa “El Méndez” (Francos, Pesoz), construida en el siglo XVII. De ella proviene la sillería de piedra arenisca y los recercados de la ventana izquierda, balcón y puertas de la fachada principal. La ventana de la derecha fue elaborada por el escultor japonés, Tadanori Yamaguchi, en una colaboración desinteresada a través de la Escuela de Arte de la Universidad de Oviedo. El escudo, perteneciente a los Álvarez Castrillón, procede de la “Casa de José de Pepe” (Sanzo, Pesoz).


Comercio de ultramarinos. Tienda mixta similar a las que hasta tiempos recientes podían verse en villas y pueblos ofreciendo a su clientela todo tipo de productos. Estos establecimientos eran a la vez ferretería, mercería, tienda de textiles y calzado, droguería, papelería, comercio de alimentos, despacho de bebidas y dispensadores de productos tan variopintos como abonos, piensos o matarratas. No eran extraños los locales en los que se tostaba café e, incluso, se fabricaba chocolate.


Muchos de estos comercios eran al mismo tiempo la cantina del pueblo, convirtiéndose en centro de reunión de los vecinos que acudían a ver las novedades, charlar o jugar la partida.


La Barbería. En Grandas de Salime hubo dos barberías que no tuvieron continuidad tras la jubilación de sus propietarios. A partir de los años setenta, el servicio para hombres pasó a prestarse en las peluquerías de señoras.  Los útiles y sillones de barbería del Museo pertenecieron a la barbería “Dámaso”, local abierto por D. Dámaso Villaverde en 1929 que prestó servicio hasta 1976. La colección fue completada con piezas cedidas por la peluquería Escotét, de Oviedo.


La Sastrería. Durante la construcción del Salto de Salime entre 1948 y 1953 hubo en Grandas de Salime cinco oficiales sastres, y tres más de Boal y Fonsagrada, que elaboraban ropa para los centenares de trabajadores de aquella obra. Finalizada esta, cuatro permanecieron prestando sus servicios hasta el último tercio del siglo XX. El último sastre del concejo, D. Antonio Vázquez Bellón, trabajó hasta 1997, año en el que murió con 82 años de edad. De su establecimiento proceden todos los muebles y herramientas de la sastrería, así como los patrones y algunas piezas inconclusas.


La Cocina. A comienzos del siglo XX, las antiguas lareiras como la de la Casa Rectoral comienzan a ser reemplazadas por un nuevo modelo de cocina de origen urbano que se extiende también en el medio rural, si bien en muchas de las viviendas del occidente de Asturias está sustitución no se producirá hasta los años cuarenta y cincuenta del siglo. Las nuevas cocinas incorporan un hogar de hierro fundido conocido como “cocina Bilbao” o “cocina económica” que se alimenta con leña o carbón y tiene chimenea. Las cocinas continúan siendo el centro de reunión y trabajo de las casas y su foco de calor principal, aunque transforman su fisonomía. Algunos paños de pared se alicatan y los suelos se pavimentan con baldosas. Los cambios afectan también al mobiliario, al que se agregan elementos novedosos como grandes mesas o aparadores.


Fábrica de gaseosas. Grandas de Salime contó su propia fábrica de gaseosas, La Grandalesa, de la que procede parte de la maquinaria que se expone en la sala.


La capilla del Museo, que tiene la advocación de San Juan Bautista, es un edificio de nueva construcción que se ciñe a las características edilicias de la arquitectura religiosa popular de la comarca: planta rectangular y cubierta de pizarra a tres aguas con línea cumbrera de lajas entrelazadas. El espacio se articula en tres ámbitos: portal abierto a los pies que antecede a un pórtico cerrado desde el que se accede a la nave única. El ingreso entre espacios se realiza a través de puertas adinteladas flanqueadas por vanos con barroteras de madera que permiten el paso de la luz natural, esquema característico de las capillas y ermitas rurales de la zona. Las vigas pertenecieron al puente de Salime, localidad anegada por las aguas del embalse del mismo nombre. El retablo procede de la antigua capilla de Salime y la puerta policromada de ingreso a la nave de San Martín de Oscos.



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