jueves, 9 de julio de 2020

Cabo Silleiro

El cabo Silleiro se encuentra en la parroquia de Baredo en Baiona (Pontevedra) GPS: 42.104803, -8.896273


A partir del cabo Silleiro comienzan oficialmente las Rías Baixas gallegas. Aquí se construye un primer faro en el año 1862. De esta primera construcción solo se conservan las ruinas al lado de la depuradora ya que su ubicación, poco visible en días de niebla, obligó a levantar un segundo faro en 1924 con mayor elevación sobre el mar que el anterior. Hay una distancia de 800 metros entre uno y otro y han llegado a estar los dos a la vez en funcionamiento. Este edificio tiene planta rectangular y en su fachada oeste está la torre del faro, que desde 1960 tiene una lámpara de 3.000 vatios. Que se puede ver a 40 millas si el tiempo está despejado. Además de la sirena tiene un emisor eléctrico de 200 millas de alcance. Hoy es uno de los puntos principales de orientación de los navíos que surcan las aguas.


Este acontecimiento se debió a que, aunque el 8 de agosto de 1924 se inauguró el nuevo faro, un grave incendio en diciembre de ese mismo año le dañó la óptica y puso en peligro a sus dos torreros que sufrieron graves quemaduras, al igual que la hija de uno de ellos que se encontraba en la vivienda. Por ello, el viejo faro, casi a ras de mar, recuperó su protagonismo hasta julio de 1925 cuando se apagará para siempre.


La puesta en funcionamiento del faro de primera orden cambió y mejoró notablemente la comunicación marítima, pero su principal innovación llegó en 1926 con uno de los primeros radiofaros que permitieron establecer la posición exacta de los barcos en el mar. Este factor fue importantísimo tanto durante la Guerra Civil española (1936-1939) como en la II Guerra Mundial (1939-1945), siendo imprescindible hasta la implantación del posicionamiento por satélite.


De su relevancia como lugar estratégico en ese contexto bélico nos hablan las baterías de artillería de costa J4 que construyó en la zona el Ejército de Tierra en 1943 y que estuvieron en activo hasta los años 90. Era una batería costera para proteger España de un ataque por mar que nunca llegó a producirse. Formaban parte de un sistema defensivo costero de las rías Rías Baixas junto con la de Monteferro (J3), cabo Udra (J2) y O Grove (J1). El primer artillado de la Batería J4 data de 1923, cuando se colocaron 2 de los veinte cañones Vickers de 101 mm del primer acorazado de la Clase España, después de que este embarrancara en el cabo de Tres Forcas (Junto a Melilla) a causa de la espesa niebla. A principios de los años 40 se añadió un tercer cañón. Ya fue en 1943 cuando se construyeron las baterías tal y como las conocemos. Se instalaron las 4 piezas Vickers de 152,4 mm y se creó el Regimiento de Costa que operaría esa batería durante más de 5 décadas.


Todos los terrenos necesarios para su construcción fueron quitados a los vecinos de Baredo por el régimen. Los obreros que participaron en la creación de los túneles fueron los prisioneros y los vecinos de la zona. Encima del faro se encontraba el puesto de mando y observación. Las viejas instalaciones militares se caen al no tener ningún mantenimiento y poco queda de los edificios que acogieron a cientos de reclutas que realizaron aquí el servicio militar hasta hace pocos años.


Bajo la tierra se abren 200 metros de galerías que se conservan en muy buen estado pese al vandalismo. Excavado sobre granito, un túnel con un eje principal y varias ramificaciones conectan las piezas de artillería Vickers con el búnker de telemetría, ubicado en la zona más alta para poder divisar el horizonte hasta detectar supuestas incursiones enemigas. Los viejos cañones se conectan por 200 metros de pasadizos bajo tierra y había un túnel de evacuación que llevaba a los montes de Baredo, pero que actualmente está totalmente sellado con cemento.


La máxima protección de la batería era de 14 metros de grosor de roca sólida, construida por ingenieros alemanes juntamente con los españoles. Los cañones tenían un alcance máximo de 16 kilómetros y podían disparar los cuatro a la vez, ya que funcionaban con dos modos de disparo, manual por apuntador o automático (con electricidad). Se necesitaban nueve personas para poder disparar los cañones y sobre cincuenta personas las que trabajaban en las baterías en total. Los proyectiles se trasladaban en vagonetas por los túneles, hasta llegar a los cañones. Cada unidad pesaba 50 Kg y medía 45 cm. En cabo Silleiro se desembarcaron en el año 1987 unas piezas de defensa antiaérea para realizar ejercicios de disparo juntamente con la batería J4. Estas piezas tenían un alcance máximo de 12 kilómetros.


Este era el búnker de telemetría desde el que se calculaba el disparo de los cañones. Tiene dos niveles. En el inferior hay una escalera que desciende a la red de túneles que conectan las piezas de artillería y el cuartel entre sí. Las entradas están tapiadas debido a que este tipo de construcciones abandonadas ofrecen mucho peligro.


Desde este privilegiado lugar se obtiene una magnífica panorámica de la entrada de la ría de Vigo, Baiona, Monteferro y Panxón.


Estas costas están llenas de trágicos accidentes, uno que me llamó la atención ha sido la historia del naufragio del yate Thalassa, un yate de 28 metros de eslora con bandera americana que la madrugada del 1 de enero de 1949 se hundió a los pies de faro Silleiro. Su entrañable historia es también la de su única superviviente, Arnhild Utheim, que hoy tiene ya 82 años. El Thalassa llegó al puerto de Vigo procedente de Stavanger (Noruega) el 24 de diciembre del 1948. Atracó en el club Náutico y pasó allí las Navidades. Arnhild Utheim, que tenía por entonces diez años, iba a bordo del crucero junto con sus dos hermanos y sus padres. Viajaban rumbo a las Galápagos, con el fin de establecerse allí en el negocio de la salazón iniciado por unos compatriotas. El 31 de diciembre reanudaron su viaje, pero el mal tiempo les hizo cambiar de idea al llegar a cabo Silleiro. El Thalassa acabó chocando contra la roca conocida como A Punta do Lobo y se partió en dos. Murieron todas las personas que iban a bordo, salvo Arnhild, que apareció a la mañana siguiente varada entre las rocas y fue auxiliada por soldados del destacamento militar del faro que la llevaron al hospital. Desde entonces, ha vuelto en varias ocasiones a Baiona. El primer viaje que hizo a Galicia fue 21 años después del accidente y, a partir de ahí, vinieron muchos más para visitar el cementerio de Baiona donde descansan los restos de su familia.



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