viernes, 17 de julio de 2020

Monasterio de Santa María de Oia

El Monasterio se encuentra en el concejo de Oia (Pontevedra). La entrada de hoy es un poco larga, pero el lugar lo merece. GPS: 42.002269, -8.876063


Está situado en un privilegiado emplazamiento de esta abrupta costa, declarado Monumento Histórico Artístico en 1931, el Monasterio de Santa María de Oia es el único de la orden del Císter ubicado a orillas del mar.


Este conjunto arquitectónico es el resultado de la fusión de tres pequeños cenobios de la comarca a partir del año 1137 bajo la regla de San Benito y favorecido por Alfonso VII. Su consagración a la orden del Císter en 1185 marcaría no solo las obras de la edificación monástica, sino su propia personalidad y carácter artístico.


La iglesia, edificada entre los siglos XII y XIII, domina el paisaje con su potente fachada barroca, donde destaca la figura de la Virgen del Mar, aunque en su interior mantiene las características propias del gótico cisterciense.


Escudo de armas del monasterio, en el centro la mano de San Bernardo con el báculo. En 1185, Oia se anexiona a la regla reformada de San Bernardo.


Imágenes del atrio. Entre muchas de las labores que los monjes introdujeron en la zona fue la cría de caballos en estado de libertad que se hallaban en los montes pertenecientes al monasterio. Esta práctica que se conserva todavía en los bosques de la zona, da lugar a un espectáculo de fama internacional: A rapa das bestas (La rapa de las bestias).


En el siglo XVI se construye el coro alto de la iglesia y se modifica el claustro reglar, añadiéndole una planta. En el siglo XVII se realizan diversas obras de fortificación del monasterio, construyéndose la muralla de clausura y la muralla de la playa, así como el recinto que rodea el bosque y la plaza de armas.


Plaza de armas.


En el siglo XVIII se construye la torre-campanario, la fachada actual y las naves que configuran el espacio actualmente conocido como patio de los naranjos.


El Monasterio era un centro de poder y como tal tenía que hacérselo saber a los visitantes, uno de esos poderes era el de la justicia por eso se puede ver una picota en una esquina del patio de armas. Las picotas son columnas de piedra con más o menos adornos sobre las que se exponía a los reos y las cabezas o cuerpos de los ajusticiados por las autoridades. Aunque parece que aquí funcionó más como símbolo de poder.


Fue un importante baluarte defensivo ante las constantes invasiones marítimas. A lo largo del siglo XVI, Oia recibió artillería y otras armas para evitar el desembarco de corsarios. Así, en 1624, los monjes lucharon contra los corsarios turcos que atacaban a dos barcos, uno francés y otro inglés. Esta valerosa labor les valdría el título de “monjes artilleros” y Felipe IV confirmaría por ello los títulos de Imperial y Real Monasterio.

Aquí se emplazaban los cañones para la defensa de la costa

En 1835, con la Desamortización de Mendizábal, se puso fin a la vida cisterciense del monasterio y este pasó a propiedad privada mediante subasta, lo adquiere un vecino de Madrid. Fernando Fernández Casariego por 200.000 reales. En 1838 se construye la parroquia de Santa María, convirtiéndose la iglesia monacal en sede parroquial. De 1910 a 1931 fue alquilado a los jesuitas portugueses y durante la guerra civil fue utilizado como campo de concentración de presos republicanos. En 1945 lo adquiere la familia Bouso por 60.000 pesetas. En la actualidad, el monasterio es una propiedad privada. En 2004 Vasco Gallega lo adquiere y comienzan las obras de reparación y mantenimiento. Sigue en estado de restauración y al ser una iniciativa privada se gestiona muy lentamente, como se puede ver en las fotografías las goteras y la humedad han causado muchos daños y costará mucho volver a darle todo su esplendor.


Cuerpo de guardia y enfermería jesuita en proceso de restauración.



El Claustro de procesiones, centro neurálgico de la vida monacal.


En el muro lateral norte se abren dos puertas, una en el primer tramo que comunica con el claustro y que data del siglo XVI, y la segunda más antigua que se sitúa en el último tramo y en la actualidad está tapiada. Era la llamada puerta de los conversos.


En el patio de los naranjos podemos ver el lado norte que era donde se encontraban los graneros, hoy sin tejado aún.


En el ala sur las bodegas y cocina. El piso superior es el que fue utilizado como reclusión de prisioneros.


Patio de los naranjos.


Huerto monacal.


El llamado patio de limones era la entrada a la parte superior donde estaban los reclusos y allí constituyo la vivienda de algunos propietarios cuando pasó a manos privadas. Dan muestra de ello los jardines creados y un paseo de bojes que me recuerda al de la isla de San Simón.


En los últimos meses de 1937 y desde febrero a mayo de 1939 se empleó oficialmente como campo de concentración franquista, llegando a albergar más de 4.500 reclusos en un recinto preparado para unas 250 personas. Eran prisioneros republicanos asturianos, cántabros y vascos, más tarde catalanes, valencianos y mallorquines en su mayoría. Las duras condiciones de internamiento y la falta de higiene provocaron una gran mortandad entre los allí internados; también se efectuaban cada noche sacas de presos, que eran fusilados en las inmediaciones del cementerio. El 16 de noviembre de 2019 se inauguró la exposición «Los presos del Mosteiro» en la que se muestran los famosos escritos de los presos que habitaron el monasterio en su fase como cárcel durante los años de la Guerra Civil. Estas inscripciones realizadas a lápiz en las paredes del piso superior llevaban más de 80 años ocultas al público, soportando unas condiciones de humedad e intemperie que ponían en peligro su pervivencia. Así tras un largo proceso que comenzó en 2005, desde la compra del monasterio por la actual propiedad, y que pasó por la reposición de tejados, su estudio y documentación y, por fin, por un delicado proceso de restauración en el año 2019, es posible hoy contemplar los llamados “Guernicas de Oia”. Fueron recuperados más de 100 fragmentos, que irán rotando anualmente en la exposición permanente habilitada en una de las salas monumentales del edificio.

Un grupo de soldados camina hacia un avión de combate que se encuentra en pleno vuelo.

Una línea atraviesa el mapa de España señalando el largo trayecto que llevó a un prisionero desde Barcelona hasta la pequeña localidad pontevedresa de Oia.
 Una cabeza de cerdo sobre una bandeja parece insinuar el deseo de enfrentarse a un monumental banquete.
Entre los presos siempre está presente el hambre, ya que su dieta se basaba en unas pocas castañas. Los vecinos de Oía decían que cuando los llevaban a lavarse a la playa, los presos se comían las algas, cangrejos y todo lo que podían recoger, pero que luego les causaban más enfermedad.
Un calendario de mayo de 1939 con los días tachados bajo un texto que reza: "Mes de la libertad".

La dirección del monasterio fotografió y grabó los escritos y dibujos, se recogieron testimonios orales y se mantuvieron contactos con el mundo académico universitario. Esas relaciones se enriquecieron con los contactos y las visitas de supervivientes o de sus familiares. Paralelamente, la Asociación Cultural Amigos del Monasterio de Oia (ACAMO) realizó un extraordinario análisis de los dibujos que se plasmó en el libro “Con otra mirada, horror en la guerra civil española en el Monasterio de Oia. 1936-1939”. Coordinado por Fernando Javier Costas Goberna y en el que participaron Lucía Álvarez Caeiro y Lorena González Vicente. El libro contiene 700 fotografías de los grafitos realizados por los prisioneros y algún carcelero. También entrevistas con algunos de los prisioneros y sus descendientes, además de vecinos y vecinas de la zona, que en muchos casos ayudaban a los presos.


En la exposición se pueden ver 16 vitrinas divididas en cuatro bloques temáticos en los que el visitante se sumerge leyendo testimonios de prisioneros. En el bloque "La Guerra" se ven escenas bélicas, especialmente de batallas aéreas. En "El Tiempo" se exhiben los calendarios dibujados en la pared por los prisioneros para contabilizar sus días de cautiverio. "Los Pensamientos" nos permite conocer algunas de las fantasías de los cautivos: platos suculentos, coches deportivos, escenas de la añorada vida cotidiana, etc. La última serie, "Las Palabras", reúne algunas frases escritas por los cautivos.

La obsesión por la comida debía ser brutal, algún testigo explicó que la comida consistía en una agua negra en la que flotaba alguna castaña, un día sí y otro también. El preso deja por escrito que estaba cansado de judías con bacalao, toda una ironía. Entre febrero y abril de 1939, cuando el mando del campo de concentración correspondía al capitán Maximino Pérez Varela, los presos lo bautizaron como “Capitán Castaña”.


Para mí el grafito más impactante. Una frase en la que se lee: "Aquí llegó el día 12-2-39 Eugenio Blanco". La frase la completa un compañero de cautiverio con una letra bien diferente: "Aquí llegó el día 12-2-39 Eugenio Blanco y salió pal sementerio el día 16-4-39".

Impresiona visitar este lugar, saber que esos dibujos y esas frases se hicieron en momentos de desesperación, hambre, miedo, que muchos de ellos serían lo último que pudieron escribir en un entorno en el que las autoridades calculaban el espacio que ocupaban en centímetros; que tenían que ponerse de acuerdo para hacer un movimiento. Da pesar y tristeza, también rabia. No podemos olvidar lo ocurrido nunca y debemos hacer todo lo posible por preservar su memoria. Solo espero que nunca nadie tenga que padecer esto jamás.

Pero Oia es mucho más, además del monasterio se puede recorrer la playa, el muelle y el barrio del Arrabal donde hay unas buenas taperías con bonitas vistas.



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